DEJAR ACTUAR AL ESPÍRITU SANTO

Espiritu-santo

¿Te has puesto a pensar, aunque sea por un momento, en lo que ha sido la historia de vida de tu pareja? ¿En su historia familiar, lo que vivió desde el día de su concepción en el vientre materno, luego en los años de infancia, de juventud y aun en la edad adulta? Te has preguntado ¿cuántas heridas, maltratos y humillaciones ha sufrido y soportado?

El hecho de reflexionar sobre estos cuestionamientos, nos ha ayudado a entender que el problema que se vive a nivel individual se traslada luego a la relación de pareja, creando a veces un caos que no permite una comprensión mutua entre los esposos.

Frente a la realidad de las parejas que a diario vienen a compartirnos sus dificultades en busca de una voz de aliento y una orientación, hemos comprendido que el camino de restauración comienza desde la historia de vida particular y familiar de cada uno y que es necesario revisar cómo fue la crianza y qué pasó en los primeros años, pues al no superar o sanar las heridas de esta historia personal, sus consecuencias afectan todas nuestras relaciones, convirtiéndose en muros que más adelante se levantan para separar a la pareja. Se hace entonces necesario entender y comprender a la pareja desde su historia personal, que muchas veces es compleja y dolorosa. Y ver que a pesar de sus defectos y gracias a sus virtudes, esa persona nos ama y nos ofrece lo mejor que puede, aunque no nos demos cuenta de ello, e incluso nos parezca insuficiente. Es entonces cuando todos estos problemas no resueltos comienzan a utilizarse provechosamente, para derribar esos muros que antes distanciaban a los esposos.

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Esto lo descubrimos después de haber trabajado en un apostolado con parejas y familias durante más de 25 años y luego de haber conocido diversas experiencias en donde, a pesar de haberse dado un proceso de diálogo, de perdón y haberse prometido una nueva vida, no había una verdadera actitud de cambio, pues luego de un tiempo se volvía a la misma rutina, a los mismos disgustos o se llegaba a un acuerdo tácito de “seguirse soportando”, con la diferencia que ahora se conocían un poco mejor.


¿Qué es lo que marca realmente la diferencia? ¿Cómo es posible alcanzar lo “imposible”? Es posible hacerlo cuando nos entregamos a Jesús, nos dejamos transformar por Él; es posible con la presencia y la acción del Espíritu Santo que vuelve a darnos vida, a sanarnos, a renovarnos, a hacer de nosotros personas totalmente nuevas.

¿Y cómo obra Él?

En alguna ocasión cuando conversaba con la mamá de Isabel, ella me explicaba cómo entendía el accionar del Espíritu Santo. Me dijo: es como una paloma que se anida en el corazón de la persona y cuando en ese palomar hay dolor, malos recuerdos, rencores, odios, vicios, culpas, pecados ocultos, es decir, basura, la paloma bate sus alas y limpia, saca de adentro todo eso que impide ver con claridad la vida.

La presencia del Espíritu Santo te santifica, te da la gracia de ser Hijo de Dios, te llena de gozo, vives con una alegría permanente, aún en medio de los sufrimientos, es una experiencia intensa que abarca toda la persona y todas las circunstancias y que se manifiesta espontáneamente. El Espíritu Santo nos quita el miedo, nos da poder para anunciar el evangelio y para dar testimonio de que Jesús vive, que murió y resucitó y está entre nosotros y nos da el poder de amar de una manera extraordinaria

 Sí, la diferencia se marca al permitir que el Espíritu Santo de Dios actúe en nuestra vida.

Esposos Humberto Díaz e Isabel Botía

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