LA SIEMBRA Y LA COSECHA

Siembras

Que bueno compartir nuevamente, éste tema tan importante en la vida de la pareja y de familia. En todos los momentos de tu vida tienes la oportunidad de realizar una siembra buena o una siembra llena de cizaña. Dependiendo de la forma en que la hagas, de las intenciones que tengas, del manejo de las emociones y de muchos otros factores, la siembra puede ser buena o puede ser mala.

Cuando llegue el tiempo de la cosecha se verá si realmente has sembrado semilla de vida o semilla de muerte. Los frutos evidenciarán cual fue la calidad de la siembra realizada.

Muchas personas que llegan a nosotros para pedir consejo, manifiestan dificultades que tienen con su pareja, con sus hijos, con otros familiares y cuando nos detenemos a analizar que pasó, nos damos cuenta que hay frutos de comportamientos inadecuados que originaron violencia, incomprensión y rebeldía, es decir, sembraron violencia, desamor o agresividad y están recogiendo una cosecha de muerte.

Otras veces, se encuentran personas que están recogiendo semillas que produjeron buen fruto, son personas apreciadas y acogidas con agrado en los lugares a dónde llegan, son personas que construyen familias sanas y donde se respira un ambiente de paz, de unidad, como fruto de una siembra en donde se ha permitido la acción y el obrar del Espíritu Santo.

La siembra y la cosecha

En Gálatas 5,16-25 el Señor en boca del apóstol Pablo nos dice:

 “El Espíritu produce: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. ¿No es esta la felicidad? Pues Si vivimos por el Espíritu dejemos que el Espíritu nos guíe.”

Lo que se siembra se cosecha.
“El que siembra en los malos deseos, de sus malos deseos recogerá una cosecha de muerte. El que siembra en el Espíritu, del Espíritu recogerá una cosecha de Vida Eterna. Así que no debemos cansarnos de hacer el bien; porque si no nos desanimamos, a su debido tiempo cosecharemos. Por eso, siempre que podamos, hagamos bien a todos, y especialmente a nuestros hermanos en la fe”. (Gálatas 6, 7-10).

Si siembras la semilla del Evangelio, lo que Jesús te enseña cada día, garantizarás una cosecha semejante a lo que has sembrado.

Si siembras mal, cosechas mal; si siembras bien cosechas bien. También podríamos decir: Si siembras maldición, maldición recogerás; Si siembras bendición, bendición recogerás.

La tierra es el corazón y como tal debe ser preparada, abonada y regada abundantemente con la Palabra de Dios. Toda siembra buena se hace en oración. Hay que estar alerta. El enemigo busca plantar una mala semilla de muerte, de odio o rencor a través de tus pensamientos: Vigila tus pensamientos. Piensa en todo lo bueno que Dios te ha dado, vas a recoger frutos de paz, amor, alegría, satisfacción del deber cumplido y a su debido tiempo cosecharás en abundancia.

 Recuerda que la cosecha ocurre en un tiempo distinto al de la siembra. Tu siembras hoy un maíz y mañana no puedes ir a ver si ya germinó, debes abonar con oración, con palabras de esperanza, con actitudes de servicio y saber esperar a que Dios de el crecimiento.

 La gran noticia para todos es que el Señor en su infinita misericordia, independientemente de los que haya sido la siembra anterior, nos permite empezar de nuevo, volver a sembrar, lo único que requieres es abrir el corazón a Jesús y Él a través de la acción del Espíritu Santo te guiará por caminos seguros, Él hará que la nueva siembra sea según el plan que Dios tiene para ti. Recuerda siempre que el que siembra con alegría cosecha con alegría frutos de vida eterna.

Esposos Humberto Díaz e Isabel Botía

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